agosto 4, 2020

Perspectivas

Black Lives Matter y el espacio post-soviético



A propósito del asesinato de George Floyd en Estados Unidos como resultado del abuso de autoridad de un oficial de policía, el movimiento Black Lives Matter ha dejado sentir sus ecos en todo el orbe. La indignación generalizada por el caso de George Floyd en Estados Unidos es algo a lo que es legítimo sumarse. Sin embargo, algo muy diferente es tratar de hacer una tabula rasa de la manera en la que son vistos los negros en todo el mundo. No se puede medir la experiencia de las vidas y corporalidades negras en todos lados a partir de la experiencia estadounidense. Eso es, de hecho, seguirse sometiendo a un sistema hegemónico de relaciones. Es por ello necesario proveer de matices provenientes de otras latitudes y longitudes. En esta entrada me interesa comentar un par de notas que aparecieron sobre el tema de tener un color de piel diferente al de la mayoría poblacional en Rusia y Kazajistán, ambos países antiguos integrantes de la Unión Soviética.

La primera nota, “Racismo en Rusia. ‘Te miran como si no fueras humano’: el racismo que tienen que enfrentar los negros”, aparecida el 24 de junio de 2020 bajo la pluma de Amalia Zatari en BBC News (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53136764), da cuenta de momentos de desencuentro entre la población blanca, de mayoría rusa, y la población de color en ese país. Algunos de ellos son migrantes que llegaron a trabajar a la Federación Rusa, ellos miran con mayor distancia a la población rusa y viven una fuerte discriminación, primero, como migrantes, y, después, como gente cuyo fenotipo no corresponde con el mosaico de la exURSS que, además, conllevaba sus propias formas de discriminación y racismo. Es importante destacar que el ruso es un racismo diferente de aquel dirigido a poblaciones de origen africano cuya salida de África estaría relacionada con el tráfico de esclavos entre los siglos XVI y XIX. La población de color no llegó de manera forzada, ni a la antigua URSS ni a la actual Federación Rusa.

El segundo grupo que le interesa a la nota periodística requeriría un neologismo no utilizado por Zatari: los afrorrusos. Los afrorrusos son mestizos (en ruso, metis) hijos de parejas interraciales compuestas por un/a ruso/a y migrantes de origen africano o caribeño cuya llegada a la URSS o a Rusia se dio gracias a becas para realizar estudios a nivel superior y posgrado. Culturalmente hablando, los afrorrusos están bien integrados a la sociedad rusa. El componente ruso es parte de su identidad, pero, debido a que se ven diferentes, son vistos y tratados como elementos ajenos, como migrantes. Ello se complementa con un video publicado el 30 de mayo de 2018, también en BBC News, bajo el título “¿Cómo es ser negro en Rusia?” (https://www.bbc.com/mundo/media-44291163). Una de las entrevistadas en este video, también mestiza, Katerina Novoseltseva, ruso-sierraleonesa integrante de la selección rusa de baloncesto, menciona que, cuando le dicen que ella es africana, ella responde “yo soy incluso más rusa que tú, porque yo juego en torneos internacionales por mi país… Yo hago mucho por Rusia… Yo me siento a mí misma como rusa, pero con piel negra”. Las entrevistas hechas a los afrorrusos hacen que el lector se pregunte si para ser “ruso” sería necesario tener determinadas características físicas, eslavas, blancas.

Otro elemento que debería ser problematizado es la propia categoría “negro”. En la nota de Zatari, una de las entrevistadas, Alena El-Hussein, ruso-sudanesa, dice que el racismo en Rusia es uno diferente al de Estados Unidos, y que el racismo no está tan dirigido hacia la gente de color sino a los no-rusos provenientes de todos los países de la exURSS, sobre todo los centroasiáticos: “Las personas de Asia Central son objeto de racismo serio. Es curioso que no haya protestas en contra de eso. Tal vez la sociedad rusa no ha tomado consciencia de eso todavía”. El dato que menciona Alena es muy importante. En mi propio trabajo de campo en Rusia, llegué a ser llamada “negra” por parecer centroasiática. En Asia Central, la mayoría poblacional es de origen túrquico y persa, cuyo fenotipo es diferente al “negro”. Haciendo entrevistas, una mujer rusa me dijo” “ellos [los centroasiáticos] son nuestros negros” (en ruso: oni nashi negri). Pero a mi no me llamaron negritianka, que en ruso sería un término políticamente correcto para referirse a una mujer con color de piel oscuro, sino chernaya, cuyo significado literal es “negra”, que es muy despectivo para referirse a la gente.[i]

Esta problemática denominación hace necesario preguntarse ¿qué pasa en Asia Central con la gente de color? Para responder esta pregunta es necesario referir otra nota de reciente aparición, bajo la autoría de Kirill Kargapolov: “Los afrokazajistaníes: sobre la vida en Kazasjitán, el racismo y el movimiento Black Lives Matter. E incluso sobre las relaciones y el servicio en el ejército”, publicada el 2 de julio de 2020 en el periódico The Village (https://www.the-village.kz/village/people/people/12287-afrokazahstantsy-o-zhizni-v-kazahstane-rasizme-i-dvizhenii-black-lives-matter?fbclid=IwAR3mgPIbEm_PRsiR6JGzymLAvPiyhQ5OSGIrmR5Hp3gBvPjQeSiHOLzNJ6o). A diferencia de la nota sobre Rusia, en este reportaje no se hace referencia a los migrantes de países africanos y caribeños, sino que Kargapolov presenta directamente las entrevistas hechas a los afrokazajistaníes, que serían un equivalente a los afrorrusos: mestizos producto de la mezcla de los migrantes con locales, en su mayoría rusos o tártaros. En general, las entrevistas presentadas en esta nota muestran una experiencia similar a la de los afrorrusos: los afrokazajistaníes son vistos como ajenos, como extranjeros.

No obstante, sí se percibe un dejo de nacionalismo kazajistaní entre ellos, legible en el factor lingüístico, por ejemplo: no sólo hablan ruso, sino que también colaboran en la promoción del idioma kazajo entre la población multiétnica de Kazajistán. Es importante mencionar que, dada una compleja historia política durante el siglo XX, Kazajistán tiene, hoy por hoy, más de una centena de etnicidades distintas. Si bien en el periodo soviético el ruso devino en la lengua de comunicación interétnica que, además, fue vista como elemento de movilidad social, en las últimas dos décadas el kazajo ha sido promovido de forma muy exitosa entre toda la población del país.[ii] Hablar kazajo se ha convertido en uno de los pilares del nuevo nacionalismo kazajistaní, y eso es algo de lo que los afrokazajistaníes están conscientes.

Por otro lado, parece haber un contraste entre el orgullo nacional de los afrokazajistaníes y cómo los propios kazajistaníes los perciben. Nina Songa, por ejemplo, narra cómo ha sido difícil para ella encontrar una pareja. Alguna vez tuvo un novio que decidió al final no casarse con ella porque sus padres le exigieron que se casara con una kazaja, y no con Nina. No obstante, en lo profesional, a Nina le va muy bien en su carrera como bailarina y modelo. Sin embargo, por detalles de la vida cotidiana, Nina está planeando irse a vivir a Estados Unidos, porque siente que allá no vivirá el aislamiento social que debe enfrentar en Kazajistán. El caso de los hombres parece ser menos incómodo que el de Nina. Todos han conseguido encontrar un buen trabajo, una pareja e integrarse más o menos bien, aunque continúan siendo vistos como exógenos al paisaje cultural y racial del Kazajistán contemporáneo.

Como este brevísimo recuento de recientes notas periodísticas muestra, el tema de la raza no incluye solo lo “afro”. Pero sí es, ciertamente, lo afro, un punto de partida muy útil para pensar que el racismo es de hecho mucho más complejo que la mera contraposición entre blanco y negro, entre “descendientes de esclavistas” y “descendientes de esclavos”, como un debate ubicado en el continente americano nos podría insinuar. La raza, como categoría social, es un juego de pertenencias en el que la corporalidad es el factor clave, pero, en la medida que tiene que ver con sentidos de pertenencia, está inmersa en una red de relaciones. En cada contexto social, dichas relaciones son de índole distinta. ¿Sería entonces, necesario, que no hablemos de racismo como un elemento abstracto, sino con todos los matices que cada contexto le profiere? Es la raza, o, mejor dicho, la racialización, el acto de mirar al otro como diferente en función de cómo luce físicamente, una manera de construir al “otro”. Pero, en todo caso, son muchos y múltiples “otros” de los que estaríamos hablando, incluso a la hora de tomar sólo lo “afro” como horizonte de análisis. El “negro” postsoviético, entonces, es uno distinto al que busca reivindicar el movimiento Black Lives Matter, aunque compartan algunos elementos históricos. Me pregunto si analizar la discriminación en contra de la gente de color en todos lados de acuerdo con la experiencia histórica estadounidense de la población afroamericana puede considerarse racista, pues no simplemente distorsiona nuestras conclusiones sino nos obliga silenciar las voces y las experiencias que no concuerdan con esta perspectiva.

[i] Jiménez Tovar, Soledad. 2017. “Interseccionalidad, reflexividad y relacionalidad en la construcción de las mayorías, las minorías y los “márgenes” en el Kazajistán contemporáneo”, en Soledad Jiménez Tovar. Pertenencias múltiples, identidades cruzadas: nuevas perspectivas sobre Asia Central. México, El Colegio de México, pp. 381-408; Jiménez Tovar, Soledad. 2015. “Y eso, ¿con qué se come? Folclore culinario e identidad en Kazajistán rural contemporáneo”. Estudios de Asia y África L(3): 749-758.

[ii] Jiménez-Tovar, Soledad. 2016. “Limits of Diaspority in Central Asia: Contextualising Dungan’s Multiple Belongings”, Central Asian Survey 35(3): 387-404.