Decía Walter Benjamin que al comparar a Hitler con la imagen del lumpen o el vagabundo, representada por Chaplin, se podía captar con mayor fidelidad la “sordidez” del dictador. Mientras que los gritos de Hitler amedrentaban al pueblo, la risa de Chaplin, según Benjamin, provocaba una “distensión de las masas”. Por ser su perfecta negación, “Chaplin podía hacer del Führer de la cabeza a los pies”.
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