En los últimos años, el movimiento feminista ha crecido. Las calles de las ciudades más pobladas de América Latina —y del mundo— han visto el oleaje de la marea de pañuelos morados y verdes. Las exigencias de prerrogativas son distintas en cada demostración, pero, en esencia, el movimiento exige igualdad de libertades. El feminismo es un movimiento heterogéneo con diferentes corrientes enfocadas en lograr este mismo fin. Sin embargo, cada corriente defiende diferentes formas de alcanzarlo, lo cual abre debates y desacuerdos difíciles de consolidar dentro del mismo movimiento. El aumento en la visibilidad y el sentimiento de relevancia del movimiento hace fácil olvidar que, en realidad, el feminismo y sus debates internos no son nada nuevos. En este texto exploro uno de los debates más pronunciados del feminismo a través del análisis del liberalismo en The Subjection of Women (SW) de John Stuart Mill. Esta obra del siglo XIX es un trabajo de feminismo incipiente que encarna la esencia de uno de los debates más pronunciados entre dos corrientes: el feminismo radical o social —corriente del feminismo toma su nombre de a acepción de la palabra radical que se refiere a algo perteneciente o relativo a raíz, contrario a la acepción de la palabra que se refiere a posturas extremistas— y el feminismo liberal.
Mill fue un economista y filósofo moral que puso en práctica sus principios utilitarios para abogar por varios problemas sociales, entre ellos uno de los más notorios y controvertidos para su época: los derechos de la mujer. El autor inglés argumentó que perpetuar la desigualdad de derechos entre hombres y mujeres restaba utilidad a la sociedad:
la subordinación legal de un sexo a otro es incorrecta en sí misma, y es actualmente uno de los principales obstáculos para el desarrollo humano; y esto debe ser remplazado por el principio de perfecta igualdad, sin admitir poder o privilegio de un lado ni desventaja en el otro. (J.S. Mill, 1878: 1)
Mill concluyó que no se puede justificar la desigualdad entre sexos porque no existe evidencia para determinar que la naturaleza de la mujer sea diferente de la del hombre. Al contrario, lo que sucede es que las mujeres siempre han sido educadas de forma diferente (J.S. Mill, 1878: 39): “lo que ahora es llamado la naturaleza de las mujereses eminentemente una cosa artificial —el resultado de represión forzada por un lado y de estimulación antinatural por el otro—” (ibid.: 40). Entonces, las mujeres, en principio, pueden tener las mismas capacidades que los hombres al recibir la misma educación. Por consiguiente, no existían razones —aparte de una costumbre arcaica— para excluir a las mujeres de votar, de tomar sus propias decisiones, de estudiar y de trabajar donde así lo deseen y donde aporten la mayor utilidad.
A pesar de la argumentación de Mill a favor de la igualdad de derechos, contradictoriamente, en SWel autor defiende los roles de género prestablecidos en cuanto a las actividades domésticas:
Al igual que un hombre cuando elige su profesión, entonces, cuando una mujer se casa, puede ser generalmente entendidoque ella escoge la administración del hogar y la crianza de una familia como primer llamado a sus esfuerzos por tantos años como sea necesario para cumplir con ese propósito.(J.S. Mill, 1878: 92-93)
Aquí, Mill asigna la tarea de la administración del hogar y crianza de la familia únicamente a las mujeres. Además, sostiene que, al casarse, la mayoría de ellas tendrían prohibido realizar actividades fuera del hogar. Estas aseveraciones contradicen la afirmación de que hombres y mujeres tienen las mismas capacidades naturales y, además, contradice los ideales utilitarios de Mill ya que con este arreglo social el mundo sigue limitado por “rehusarse a hacer uso de una mitad del talento total que posee” (ibid.: 159).
Los argumentos utilitarios a favor de los derechos y libertades de las mujeres no son compatibles con la división de trabajo propuestas por Mill. De hecho, la división laboral entre los sexos propuesta en SW mantiene un statu quo que limita la utilidad social y que no permite que las mujeres sean libres de ejercer sus derechos políticos, aún si estos les son plenamente otorgados. Este ensayo pretende mostrar que esta contradicción deriva de un debate teórico entre dos corrientes de liberalismo —el clásico y el social—, mismo que, hasta la fecha, divide al feminismo en sus corrientes liberal y radical.
Para Mill, el aporte de las mujeres a la utilidad social es innegable y es un hecho que la utilidad social es disminuida cuando ellas se encuentran bajo condiciones de sumisión. Él reconoce que la libertad es parte esencial de la felicidad humana y que al limitar la libertad de las mujeres la felicidad de la mitad de la especie es reducida (J.S. Mill, 1878: 184). También, sostiene que, si le fuera otorgada la misma educación a hombres y mujeres, la sociedad obtendría el beneficio de “duplicar la masa de facultades mentales disponibles para el servicio superior de la humanidad” (ibid.: 158). Admitir que una mente apta fuera rechazada para una tarea por el simple hecho de ser mujer resta utilidad social y permite que tales tareas sean elaboradas ineficientemente.
El autor de SW, entonces, defiende los derechos y las libertades de las mujeres para poder cumplir su propósito utilitario de maximizar la felicidad de la sociedad en su conjunto. En consecuencia, al apegarse a los roles de género prestablecidos, Mill no tomó en cuenta las costumbres sociales que continuarían impidiendo que la máxima utilidad fuera alcanzada.
Al sugerir que las mujeres deben ocuparse de las tareas domésticas si deciden casarse, Mill favorece que continúen ciclos viciosos que no permitirían que ellas ejerzan los derechos y libertades por los que el autor inglés está luchando. Las mujeres sí tendrán la libertad de elección para contraer matrimonio, pero una vez hecha la elección se encontrarán en una situación de sumisión ante sus esposos. ¿Qué tan libres serán las mujeres si su opción más obvia de vocación es aquella en la que ceden todos sus derechos políticos y económicos a sus esposos?
Como Harriet Taylor menciona en Enfranchisement of Women, “una mujer que contribuye materialmente al ingreso familiar no puede ser tratada en la misma desdeñosa forma tiránica que una [mujer] que […] dependa de un hombre para su subsistencia” (Taylor Mill, 1851: 404). Entonces, aquellas mujeres que contraigan matrimonio —aunque sea bajo su propia voluntad— nunca podrán obtener un nivel de igualdad con sus esposos si no se les permite realizar tareas en las que puedan obtener algún ingreso. La relación de poder asimétrica entre estas mujeres y sus parejas mantendrá el statu quo contra el que Mill está luchando.
Además, J.S. Mill no ofrece ninguna solución alternativa para la crianza de la familia —como pudo ser una división equitativa de tareas domésticas entre el hombre y la mujer—. Al contrario, el autor afirma que las mujeres son las únicas aptas para realizar las tareas domésticas (J.S. Mill, 1878: 51). Esto sugiere que, para que continúe la preservación de la especie, la mayoría de las mujeres tendrían que optarpor casarse y hacerse cargo de su familia. Con base en estos supuestos, se puede asumir que, entonces, la mayoríade las mujeres seguirían siendo educadas para realizar labores domésticas, privadas de una educación que les permitiera alcanzar su máximo potencial.
La división laboral propuesta por Mill admite que la educación para la mujer sea una educación doméstica. En este punto, nuevamente, Harriet Taylor difiere del pensamiento de Mill; ella creía que el tipo de educación que reciben las mujeres limita la posibilidad que ellas tienen de ejercer sus derechos políticos y de luchar por sus libertades. Taylor Mill (1851) era consciente de que la educación recibida por las mujeres en su época no permitía la formación de ideas políticas que les ayudaran a defender sus propias libertades (p. 413). La educación de las mujeres se enfocaba en convertirlas en buena compañía para sus esposos y buenas amas de casa, por lo cual, ellas seguirían tomando la decisión de casarse y ceder todas sus libertades sin tener la visión de defender sus propios intereses. En el caso de que las mujeres adquirieran el derecho al sufragio, sin un cambio en la forma en la que las mujeres estaban siendo educadas, ellas no podrían hacer uso pleno de ese derecho: la educación que reciben distorsionaría la visión de sus propios intereses.
En SW, Mill confrontó sus ideas utilitarias con sus pensamientos liberales, tanto clásicos como sociales. Mientras que en el fondo el propósito utilitario prospera, las ideas liberales de Mill tuvieron una tensión irreconciliable entre ellas.
Como liberal social, Mill admite que existen construcciones sociales que impiden el desarrollo de la humanidad. El autor pide que —en vez de que la relación entre hombres y mujeres sea regida por la costumbre—:
Como cuestión de justicia y conveniencia: la decisión en esto, como en cualquier otro arreglo de la humanidad, debe depender en lo que una estimación ilustrada de tendencias y consecuencias muestre ser lo más ventajoso para la humanidad en general, sin distinción de sexo. (J.S. Mill, 1878: 92)
Entonces, para otorgarles a las mujeres los derechos que se merecen, debe hacerse una estimación de las construcciones sociales existentes y, de acuerdo con eso, hacer los cambios pertinentes.
Ahora bien, en el pensamiento de Mill como liberal clásico, el simple hecho de que las mujeres tengan la elección entre casarse o no legitima las restricciones en el ámbito laboral. Ellas tomarán la decisión de estar en una especie de esclavitud legal, pero siempre y cuando ellas así lo decidan, esto será legítimo y cubrirá el mínimo estándar de libertad que ellas merecen. Como pensador liberal clásico, Mill olvida que las construcciones sociales no permitirán que la elección sobre el matrimonio sea tomada libremente por las mujeres.
Dados sus argumentos liberales sociales, Mill crea una tensión irreconciliable entre sus ideas
como liberal clásico y como utilitario. Bajo los supuestos que el autor plantea sobre porqué las mujeres son tratadas como inferiores y sus argumentos naturalistas sobre porqué las mujeres merecen los mismos derechos que los hombres, no es posible admitir que la separación laboral entre sexos será una forma viable de alcanzar la mayor utilidad para el mayor número. La contradicción implica que la única forma de asegurar que las mujeres puedan ejercer sus derechos y libertades políticas y sociales es que haya un cambio estructural en la educación y en las oportunidades vocacionales de las mujeres. Tales reformas llevarían a cambios en la socialización y politización de la población femenina.
Los argumentos de este texto han demostrado que la pérdida de utilidad social bajo la división de trabajo planteada en SW se encuentra en un ciclo vicioso: las mujeres son educadas para realizar tareas domésticas porque eso es a lo que la mayoría de ellas se dedicarán el resto de sus vidas; ellas pierden igualdad porque ceden todos sus derechos políticos, sociales y económicos a sus esposos al contraer matrimonio; al mismo tiempo, ellas no pueden luchar por sus derechos porque han sido educadas para cederlos. Este texto ha demostrado que la única forma de salir de ese ciclo vicioso sería eliminar tal división de trabajo: las mujeres deben recibir una educación igualitaria, deben ser libres de realizar tareas que les aporten un ingreso y, sobre todo, deben ser libres de ejercer sus derechos políticos para, así, poder defender sus libertades en todos los ámbitos antes mencionados.
John Stuart Mill fue un pionero en la defensa de derechos políticos y sociales para las mujeres: sus ideas utilitarias y liberales dieron vida a corrientes feministas que siguen siendo relevantes. Y la contradicción en SW es un reflejo de una polémica actual entre las corrientes del feminismo liberal y el feminismo radical.
Por un lado, el feminismo liberal —basado en el liberalismo clásico— no emite juicios sobre las decisiones que las mujeres tomen siempre y cuando ellas sean los agentes que deciden (Wendell, 1987: 65-67). De esta forma, si una mujer toma la decisión de prostituirse ella debe tener el derecho de hacerlo. El único problema es que, en esta corriente de feminismo—así como en el argumento de Mill a favor de la división laboral—no se toma en cuenta las razones sociales por las cuales las mujeres toman las decisiones. Por ejemplo, no reparan en el hecho de que para la mujer que decidió prostituirse, vender su cuerpo pueda ser la mejor opción por falta de oportunidades laborales para las mujeres en su comunidad.
Por otro lado, el feminismo social o radical se enfoca en las construcciones sociales que dan forma a las decisiones de las mujeres. Por ejemplo, el efecto indirecto que la pornografía puede tener en el incremento de la violencia sexual; evidentemente, la pornografía no ocasiona violencia por sí misma, pero sí crea un contexto social en el cual la violencia es normalizada o, incluso, promovida (Brecher, 2015: 147-148).Con este encuadre se puede asumir que el contexto social de las mujeres determina sus decisiones. Esta corriente, hace un llamado a una transformación en la estructura social: la eliminación del patriarcado por medio de cambios en la educación y en políticas sociales y económicas. Esto implica que para alcanzar la igualdad de género no es suficiente con otorgarles derechos políticos a las mujeres.
Tal vez, Mill, como liberal clásico, estaría satisfecho con los cambios institucionales que se han logrado desde que él escribió SW (i.e. el sufragio universal en gran parte del mundo). No obstante, es evidente que,aún después de la implementación de instituciones presumiblemente igualitarias, no se ha alcanzado la “perfecta igualdad” que Mill ideó. El sufragio universal sigue sin ser una garantía de igualdad entre hombres y mujeres y, hasta la fecha, la política y la defensa de derechos políticos siguen siendo considerados como poco femeninos. La utilidad social sigue sin alcanzar su máximo potencial, y seguirá sin ser alcanzado hasta que todas las mujeres hayan sido educadas para defender sus derechos y libertades políticas y que sean libres de ejercerlos plenamente.
Referencias
Brecher, Bob (2015). “Andrea Dworkin’s Pornography: Men Possessing Women — A Reassessment.” En Women and Violence. Londres: Palgrave Macmillan. Pp.145-161.
Bodkin, R.G (1999). “Women’s Agency in Classical Economic Thought: Adam Smith, HarrietTaylor Mill, And J. S. Mill.” Feminist Economics.Pp.45-60.
Mill, John Stuart. Autobiography and Literary Essays. Toronto: University of Toronto Press, 1981.
- The Subjection of Women. Londres: Longmans, 1878.
- Utilitarismo (1863). Madrid: Alianza Editorial, 2005.
Spitz, Elaine (1998). “On Shanley“Marital Slavery and Friendship.”” Political Theory 10(3).
Reimpreso en G.W. Smith.Vol. IV. Pp. 264-267.
Taylor Mill, Harriet. “Enfranchisement of Women” (1851). En Collected Works of John Stuart Mill. Volumen XXI. Toronto: University of Toronto Press, 1984. P. 404.
Wendell, Susan (1987). “A (Qualified) Defense of Liberal Feminism.” Hypatia, Vol. 2, No. 2. Pp. 65-93.