junio 6, 2022

Perspectivas

La persona y la educación



(Discurso pronunciado en el marco de las ceremonias de egreso de licenciatura y de posgrado del CIDE, 3 de noviembre de 2021)

¡Buenos días! Bienvenidas, bienvenidos a todas y todos a ésta, su graduación. ¡Felicidades! Saludo también al Dr. Romero, a la Dra. Andrews y al Dr. Heredia junto con todos los profesores y profesoras que nos acompañan y también a todas las madres y padres de familia, hermanas y hermanos, familiares, amigos y amigas de todos los y las que se gradúan esta mañana. Es un rito de paso que es muy significativo.

Gracias por ofrecerme el honor y esta oportunidad de dirigirles unas cuantas palabras en este día tan simbólico. Una de las mayores satisfacciones de las y los profesores es ver a sus estudiantes terminar sus estudios con éxito. ¡Lo lograron! Viven, vivimos tiempos extraordinarios, y ustedes son extraordinarios: son luchadores victoriosos frente a los desafíos de una pandemia devastadora, nunca antes sufrida en nuestra memoria, que los obligó a estudiar por más de dos semestres bajo condiciones difíciles, insólitas, en muchos casos trágicas. Fueron disciplinados, tenaces, tuvieron esperanza, confiaron en la educación, CONFIARON en la educación que les ofreció su casa de estudios y aquí están hoy congregados como testimonio de su éxito con su carrera en mano.  Sabemos que tienen las convicciones necesarias para combatir los retos enormes que enfrenta el país y el mundo como la desigualdad social terrible, la injusticia, la violencia, la pobreza, la crisis climática. Han vivido la peor crisis sanitaria, que aún no termina, de los últimos 100 años. Son la generación de la pandemia y eso los hace históricos. Terminaron sus estudios batallaron en contra de la incertidumbre y el aislamiento con acceso limitado o nulo a los insumos necesarios para llevar a cabo sus respectivas carreras cabalmente. Se tienen que sentir satisfechos de haber llegado a su meta a pesar de todo, contra viento y marea. Se han adaptado a las presiones de la mal llamada “nueva normalidad”, son resilientes. Se deben felicitar a ustedes mismos por sus logros, pero yo sé que también están agradecidos con todos aquellos que los han ayudado en su camino. Sin nuestros congéneres hubiera sido mucho más difícil aguantar esta pandemia. No están solos.

La Historia con mayúscula junto con sus historias personales son vitales ya que forman los diversos y complejos tejidos de nuestros presentes individuales y colectivos y que construyen, a lo largo de las generaciones lo que los sabios han llamado “la vida”. En 1918 la influenza española atroz, que en realidad originó en una granja en Kansas en los Estados Unidos, se estima que contagió a 500 millones de personas y que murieron entre 50 y 100 millones de personas. Mis abuelos y sus bisabuelos y tatara-abuelos también, como nosotros sufrieron una situación devastadora, mucho peor, incierta, fuera de su control; también vivieron cuarentenas, límites a su movilidad, uso de cubrebocas y sana distancia, pero no tuvieron vacunas y, además, vivieron los tiempos difíciles de la Primera Guerra Mundial y, en México, la Revolución Mexicana. En el último número de 1918 de la revista Journal of the American Medical Association, se lee la paradoja que se vivió:

“El año de 1918 se ha ido. Un año tan transcendental que vio el fin de la guerra más cruel en los anales de la raza humana; [la Primera Guerra Mundial] un año que marcó, por un tiempo al menos, la destrucción del hombre por el hombre; desafortunadamente, un año cuando se desarrolló una enfermedad infecciosa fatal que ha causado la muerte de cientos de miles de seres humanos. La ciencia médica se ha dedicado por cuatro años y medio a poner a los hombres en la línea de fuego y asegurar que se mantengan allí. Ahora debe dedicar todas sus fuerzas a combatir al enemigo más grande de todos- la enfermedad infecciosa.”

Y así seguimos, estamos en medio de una pandemia de nuevo y seguramente habrá otras, debemos estar preparados para eso y otras crisis humanitarias como las migraciones, los refugiados, los desplazados, las personas en situación de calle, los feminicidios. Es importante mirar al pasado, entender los contextos y tener empatía para entender nuestro presente. La Historia nos ofrece la experiencia del pasado y nos da un conocimiento con perspectiva para entender un hoy con sentido, con humanidad. La educación nos da los fundamentos para generar y acumular conocimiento y las emociones, las paradojas de la vida, la vivencia son experiencias de la humanidad. Así vamos aprendiendo, aprendiendo a pensar con todas nuestras facultades: con la razón, con la experiencia y con corazón.  La generación del conocimiento y en concierto con muchas personas e instituciones hoy en día apenas un año después de que se detectó el COVID-SARS 19 logró desarrollar vacunas, sabemos más acerca del virus, tenemos más medios y conciencia para prevenir los contagios, la enfermedad severa y hasta burlar, en muchos casos, la muerte. Frente a la adversidad: esperanza; frente a la desolación, amistad; frente a la soledad, colaboración.

Todo pasa y todo queda, pero también todo fluye y debemos abrazar con fuerza y pasión el cambio, hacer la diferencia. A lo largo de su estancia en el CIDE han adquirido más herramientas, conocimiento, experiencia; han hecho amistades, sinergias con sus profesores y profesoras para enfrentar sus retos y seguir su camino. Yo sé que su trayectoria hacia este momento ha sido, en muchas ocasiones, un valle de lágrimas, pero también sé que, a veces, también ha sido un jardín de saberes. Nosotros y nosotras los profesores y profesoras nos hemos esforzado para acompañarlos y esperamos haberlo logrado.

Les invito a que no se miren esencialmente como economistas, politólogos, internacionalistas, abogados sino como personas con un título en economía, ciencias políticas, relaciones internacionales o derecho. La carrera no los tiene que definir, sino que ustedes, cada uno de ustedes, tiene que definir el rumbo de su carrera. Estén conscientes de esta diferencia, es muy importante. Ustedes como personas son importantes y reconociéndolo, viviéndolo tendrán éxito en todo lo que emprendan, nunca lo olviden.

Ustedes son pioneros, están entrando a un nuevo mundo. Es emocionante y retador al mismo tiempo. Ha habido otros nuevos mundos en el pasado para bien y para mal: la primera globalización en el siglo XVI; alrededor de la misma época, una nueva concepción del ser humano y la constatación del heliocentrismo que creó una nueva cosmogonía, nuevos sistemas políticos a partir del siglo XVIII, una industrialización acelerada y la mecanización de la vida que transformó a la sociedad y trajo nuevas desigualdades y en siglos posteriores, el establecimiento de Constituciones junto con la conciencia de que todos somos iguales como seres humanos y ante la ley y dignos de derechos individuales y de derechos humanos. Ahora entramos a la llamada era digital de machine learning, robótica, ciber espacio, de la necesidad de construir un nuevo orden mundial y una sociabilidad virtual; les va a tocar a ustedes averiguar, resolver, concertar, innovar; ustedes tienen el potencial de crear un mundo más compasivo y justo en nuevos contextos.

No quiero dejar de enfatizar la importancia de la educación. Lo han dicho muchos a lo largo del tiempo pero aprovechando que tengo el uso del micrófono, me gustaría compartir con ustedes las palabras de uno de los pensadores más significativos que aún hoy tiene mucha pertinencia: Agustín de Hipona quien empezó su vida en un pueblo de lo que hoy es Argelia como profesor de retórica, luego se mudó a Roma como profesor del equivalente de preparatoria, posteriormente convivió en la entonces capital del imperio romano, Milán, y terminó su vida como obispo de Hipona y teólogo de la Iglesia católica. Agustín es testimonio de cómo la educación y la determinación fueron cruciales para encontrar su vocación en la vida. Él creía, allá por el cuarto siglo de nuestra era, en la centralidad y la absoluta necesidad de la educación para tener una vida plena. Pensaba que la educación era una vía, una meta poderosa para tener una vida exitosa porque impulsaba el crecimiento, producía felicidad y agregó en una de sus cartas: “La educación es una pasión y un proceso de abrir la mente a las ideas y al pensamiento crítico”; había que pensar para ser feliz y poder entender el conocimiento. El escepticismo, la experimentación también fue el fundamento del pensamiento científico, experimental del que hoy somos herederos.

Una gran filósofa del siglo XX que huyó del terror nazi, Hannah Arendt, dedicó sus estudios y su vida a la filosofía política y especialmente al análisis de la esfera social y la manera en la que se adquiere el conocimiento. Sugirió que la vida activa consistía en “activar” el conocimiento, que la vida activa era una forma de interactuar con la esfera social para construir nuestro ser como persona; la persona era el eje. Esta acción, afirmó, es lo que nos da conciencia de quienes somos. Debemos conocernos nosotros mismos echando nuestra mirada más allá de nosotros para generar conocimiento e interactuar en y con la sociedad.

Ustedes ya viven en pleno la era digital y como tal les quiero ofrecer algunas reflexiones con las que voy a terminar: Creo que nuestra cosmovisión está cambiando de manera acelerada; la inmediatez a veces nos consume y ésta es una de las razones por las cuales debemos tener una empatía con el pasado; no se trata de una comparación ni significa que el pasado, el presente son excluyentes, por el contrario, deben convivir como recursos en nuestras vidas. Yo pregunto, retóricamente, dentro del contexto de los cambios que están sucediendo: ¿Cómo trabajar desde una epistemología digital? ¿Cómo entender los paradigmas que enfatizan las redes, los vínculos, los meta textos y la multilinealidad? ¿Cómo enfrentar las formas diferentes de organizar el material digital, la forma de entender las problemáticas, las hipótesis, las conclusiones? ¿Quién es el sujeto ahora? ¿En dónde queda la persona, la verdad, la ética? Son cuestiones con las que ustedes ya se enfrentan y que se volverán más complejas. ¿Cómo se maneja la persona en este mundo virtual? El mundo digital presenta muchas ventajas, ciertamente. Las ciencias sociales y las humanidades digitales funcionan de mejor manera con base en redes colaborativas a lo largo y ancho del espacio, se han vuelto, para bien, interdisciplinarias, multidisciplinarias, conectadas, transculturales, interinstitucionales, globales, han abierto nuestras mentes a nuevas posibilidades y transformado nuestras miradas y la forma de generar, entender y comunicar el conocimiento y nos han ofrecido una infinidad de posibilidades, conocimientos que rompen literalmente fronteras. No se trata de añorar el pasado, el reto consiste en apoyarnos en el pasado colectivo y en nuestros pasados, en nuestras memorias para navegar este nuevo mundo feliz. La manera en la que ustedes se acercarán al conocimiento será crucial; pondérenlo, reflexiónenlo, aplíquenlo. Aquí yace una paradoja: estamos más interconectados, pero más en solitario a la vez. La soledad es un mal de nuestros tiempos, puede crear indiferencia. Ojo, estén atentos, eviten que las cosas como sujetos sin el sujeto mismo sean el fundamento de sus vidas, esfuércense para que no se pierda la subjetividad como creadora de su propia representación, busquen que lo cibernético mantenga sus cualidades positivas, innovadoras sin que se deshumanice la persona; o, ¿estamos frente a un nuevo Génesis?  Esa será una de sus tareas más retadoras.

Este es un momento de reflexión, pero especialmente de celebración. Ustedes siempre formarán parte de la gran familia CIDE en donde se formaron y convivieron a lo largo de tantos arduos semestres. Ustedes son el corazón del CIDE, atesoren sus conocimientos, auméntenlos, compártanlos, úsenlos para su bien y el bien de la humanidad. Enfrenten su futuro con ánimo y pasión. Estoy plenamente segura de que ustedes encontrarán el éxito en sus vidas. Los felicito, les deseo mucha suerte y los extrañaremos, pero no los olvidaremos.

¡Qué viva la generación 2021! Muchas gracias.