octubre 15, 2020

Perspectivas

Lazos entre Chile y México bajo la lupa del proceso constitucional en ciernes



Torrealba es alumna del doctorado en Historia de la UNAM y miembra fundadora del colectivo de Macro Historia e Historia Global

Las movilizaciones sociales en Chile durante los últimos meses del año 2019 en contra del gobierno del presidente Piñera han despertado una mirada aguda por parte de la sociedad mexicana. El interés en los sucesos australes actuales, como el camino hacia la construcción de una nueva constitución y las formas en que las fuerzas sociales se han organizado, así como las respuestas violentas por parte del gobierno, han sido tema de discusión en múltiples plataformas, tanto de divulgación como de análisis político.

¿A qué se debe el seguimiento tan puntal de este proceso? De manera clara, no encontramos solamente un interés particular por parte de la academia o los medios de comunicación, sino que existe una clara preocupación social respecto al devenir político de Chile en México. Este vínculo social es posible rastrearlo desde la década de los cuarenta mediante las redes producidas por intelectuales y partidos políticos como el comunista, pasando por los contactos económicos mediante la CEPAL en los cincuenta, hasta la visita de Salvador Allende en 1972 y el recibimiento del exilio chileno tras el golpe de estado en la década de los setenta. El contacto entre estos dos países, los más alejados entre ellos en Latinoamérica, ha sido constante.

El flujo del exilio chileno a México a partir del golpe de Estado de 1973 se concentró en los primeros dos años; después de 1976, la cantidad de chilenxs que llegaron a México fue cada vez menor. Esta primera generación de exiliadxs estuvo conformada por militantes de izquierda de toda índole: intelectuales, dirigentes políticos y sindicales, líderes obreros, simpatizantes a la causa de izquierda, etcétera. Desde su llegada a México la producción de revistas, libros, artículos de opinión, cátedras universitarias y espacios de sociabilización que tenían como centro la discusión sobre “la cuestión chilena” fue muy amplia. Y es que, frente a la rotunda derrota que significó el golpe de estado para la cúpula política socialista y comunista chilena, fue necesaria y casi urgente, la discusión sobre las causas que provocaron el golpe de estado y sobre las decisiones que se tomaron durante el gobierno popular. Fue en este momento en especial que la sociedad mexicana entró en un contacto constante con temas de interés chilenos.

La intensidad de los debates y la recurrencia a los espacios de sociabilización donde se llevaban a cabo fueron disminuyendo conforme el régimen dictatorial se afianzó, y sólo resurgió en la opinión pública cuando el movimiento por el “No” a finales de la década de los ochenta se comenzó a gestar. La búsqueda por destituir a Pinochet mediante el plebiscito de 1988 movilizó a lxs exiliadxs, pues al encontrarse en un lugar privilegiado –fuera de la opresión dictatorial–, lograron comenzar la campaña en contra de la dictadura. Así, la transición a la democracia fue un segundo momento de efervescencia en las discusiones desde el exilio. Mediante la publicación de múltiples artículos desde la revista Convergencia (editada por intelectuales chilenxs en México), la izquierda chilena en México exigió un lugar en el debate por la democracia. La segunda generación de exiliadxs en México (aquellos hijos e hijas de perseguidos políticos que nacieron en Chile, pero que parte de su niñez y adolescencia la vivieron en México) encontraron en este suceso la oportunidad para involucrarse en la política nacional chilena.

La transición a la democracia permitió que una gran parte de estos sectores regresaran a Chile y recuperaran su status legal. Sin embargo, existió otra sección de la población exiliada que, afianzada a una dinámica social y económica en el país de residencia, decidieron permanecer en el hemisferio norte. Pareciera que ciertos lazos con el cuerpo social chileno y con la vida política de su país de origen se hubieran desgastado, sino es que se encontraban completamente rotos.

Esta situación provocó un fenómeno singular, el de la tercera generación de exiliadxs chilenxs en México: aquellxs nietos y nietas de perseguidos políticos que a causa de la situación familiar habían nacido en el extranjero. Estas familias se encuentran en una condición de exilio –o de ex exilio– que contiene particularidades identitarias que es importante resaltar. Con la transición a la democracia en la década de los noventa dejó de existir un impedimento para el retorno a Chile, prácticamente el volver o no estaba determinado por una cuestión de voluntad. Este proceso de democratización ocultó la violencia de la dictadura, pues reposicionó la condición de exilio ya no a una cuestión legal nacional, sino a una cuestión de nacionalismo trasterrado y de la oportunidad monetaria de llevar a cabo el retorno. Para aquellxs que decidieron no volver en la década de los noventa la violencia de la dictadura sigue presente en su cotidianidad.

Los sucesos actuales en Chile han movilizado a esta tercera generación, pues a pesar de su marginalización de la esfera pública real chilena, tienen la oportunidad mediante las redes sociales y otros medios masivos de expresión de contribuir al debate que se está gestando en el país austral. El plebiscito en ciernes, que propone medir la opinión ciudadana sobre la elaboración de una nueva Constitución, es un evento que no puede pasarse por alto.

La sociedad mexicana mira con especial atención los procesos políticos en Chile, tanto por la relación histórica que se ha construido durante el último siglo entre estos dos países, como por la movilización intelectual que promueven los exiliados de la tercera generación. La importancia del proceso de construcción de una nueva Constitución en Chile le abre la oportunidad a este exilio oculto de resignificar sus propios vínculos con Chile, de ocupar la palabra como lo hicieron las generaciones pasadas.

Quedan por cumplirse grandes expectativas respecto al movimiento iniciado en Chile hace ya, casi un año, y la sociedad mexicana estará pendiente y atenta al devenir próximo de este país.