octubre 7, 2024

Perspectivas, Sin categoría

Luciano Hallivis, un mexicano acosado y perseguido en las Islas Canarias por autoridades Falangistas



Este artículo aborda a detalle la persecución que sufrió Luciano Hallivis, mexicano que residía en las Islas Canarias entre 1936, año del inicio de la guerra civil española, y el 13 de febrero de 1943, día en que, tras 2 intentos fallidos, pudo salir con su familia de territorio español en un barco petrolero llamado “Gerona”. La odisea de Luciano Hallivis, marcada por amenazas, obstáculos económicos y la intervención extranjera, resalta la valentía de aquellos que, en medio de la adversidad, buscan la libertad y enfrentan la represión. Su historia sirve como un recordatorio de la importancia de preservar y proteger los derechos fundamentales, incluso en contextos históricos difíciles y confrontados.

Este pequeño homenaje a Luciano Hallivis, pretende ser un memorial, así como dar voz a un asunto que pareciera haber quedado en un antiguo expediente de la Falange[1] en el fondo de Investigaciones Políticas y Sociales de la Secretaría de Gobernación de México. En esta historia destacan la discriminación, un odio muy particular, institucionalizado y empoderado desde un discurso político muy específico en contra de México, país que había recibido a los republicanos españoles con brazos abiertos, reflejado en el cobro de cuotas, espionaje y discriminación a los mexicanos residentes en España.

A través de informes que Luciano Hallivis envió al gobierno mexicano, se detalla la persecución que un antiguo compatriota mexicano sufrió a manos de los falangistas en España, y cómo buscó ayuda con el presidente Lázaro Cárdenas, con el gobierno mexicano, el estadounidense y el británico, para salir junto con su familia de un ambiente de represión severa, hostigamiento personal y económico.

El caso de Luciano Hallivis, no hubiera tomado gran relevancia para el gobierno mexicano como testimonio y evidencia de la represión falangista contra los mexicanos en España, si no hubiera sido por la “Censura Postal”[2] y la Censura Postal Norteamericana.[3] El primer documento que hace referencia explícita al asunto en el expediente revisado, es una nota escrita en México D.F., la cual explica que la Censura Postal remitió un extracto de carta escrita por el “Sr. Luciano Bellivia”,[4] residente en esta capital, a su esposa e hijos en Venezuela, dándoles instrucciones para su repatriación en México; se decía que dicha carta tenía alusiones al trato que en la España franquista se le daba a los mexicanos, además de que se había citado al “Sr. Bellivis”, al efecto de que ampliase los datos en cuestión sobre “el trata” a los mexicanos en la España de Franco.[5] En enero de 1944, el Director General de la Oficina de Censura escribía al Secretario de Gobernación para informar que se querían repatriar unos mexicanos que venían de las Islas Canarias,[6] entre las cuales la Sra. María Luisa S. de Hallivis, esposa de nuestro protagonista, radicada en Caracas, Venezuela.

En una nota posterior emitida por Luciano Hallivis, después de regresar a México y asentarse en la calle República del Salvador en el Distrito Federal,[7] encontramos que el Departamento de Investigaciones Políticas y Sociales, asociado a la Oficina de Asuntos Extranjeros y a la Secretaría de Gobernación, lo había contactado, solicitando que informará más detalladamente sobre el trato que sufrían los mexicanos en la España de Franco.[8] Por medio de estos informes que Hallivis es que podemos seguir su trayectoria de las Islas Canarias a México y conocer más sobre los sufrimientos y persecuciones de los que los mexicanos residentes en España habían sido víctimas por parte del régimen fascista falangista de Franco.[9]

Hallivis explica que a las pocas semanas de estallar la Guerra Civil española, se le convocó a la Policía, y con lo que llamó “modales Gestapescos”, se le manifestó que tenía que escoger entre ir a la cárcel u observar “religiosamente” las siguientes órdenes: 1º No salir de noche; 2º No hacer visitas ni recibirlas y 3º, No tener aparato de Radio.[10] Hallivis menciona que era necesario constar que en aquel entonces él era gerente (encargado-general) de una de las más importantes industrias de las Islas Canarias (aunque sin mencionar a cuál se refiere), y que al estallar la guerra civil él se encontraba en Francia.[11]

Explicó además que “a fuerza de atender sin la menor objeción las continuas exigencias monetarias de los insaciables falangistas (auxilio social, plato único, día sin postre, subsidio para los combatientes, aguinaldo para los mismos, “contribución en oro para el Tesoro de Franco”, un “tanto por ciento sobre el beneficio como contribución de guerra etc), había vivido más o menos en paz hasta el día en que Franco mandó clausurar los Consulados Mexicanos.[12] Havallis señlaba también que a los mexicanos residentes en España, amén de las dificultades que las autoridades les hacían para permitirles trabajar, se les obligaba a pagar 3  tributos anuales aproximadamente el 1,5%, sobre el salario o sobre el beneficio anual, en concepto de ‘cédula personal’; el 2% sobre el salario o sobre el beneficio anual en concepto de ‘tarjeta de trabajo’, sin cuyo documento no se podía trabajar en España y por últimouna cantidad que decía no recordar, por tener sus documentos en Venezuela, pero que sería pagada cada dos años, por la llamada ‘tarjeta de residencia’.[13]

Decía que sus hijos, que en aquel entonces tenían 12 y 10 años respectivamente, “bien caro pagaron el ‘crímen’ de ser mexicanos: que si “rojos”; que si comunistas, que si bandidos, sin contra las pandillas entre los alumnos fascistas (casi todos) del Instituto oficial donde cursaban estudios, para perseguirles con beneplácito de muchos profesores.”[14] Para Hallivis, entonces había comenzado un verdadero calvario, ya que se encontraba entre la obligación moral de proteger por mero espíritu humanitario al elemento obrero perseguido (mujeres, hijos, hermanos de fusilados, desaparecidos o encarcelados por Franco) dándoles entrada en la Fábrica que estaba bajo su dirección, y la obediencia ciega a las inhumanas órdenes de Franco según las cuales los familiares de los perseguidos políticos no tenían derecho a trabajar sino a literalmente morir de hambre.[15] Hallivis explica que muchos hallaron amparo en la fábrica, ganando su sustento por su trabajo.[16] Para Hallivis, no le habían encarcelado porque su presencia en la Fábrica era indispensable, puesto que según documentos en su poder, él era el único detentor de parte del secreto de fabricación de los productos que allí se elaboraban, aunque le habían hecho la vida imposible.[17]

Recibía amenazas de confiscarle sus bienes y de detenerle, al decirle “usted no tiene ni tan siquiera protección consular”, le decían, y “nadie ha de reclamar por usted”, agregando a esto las amenazas de muerte por teléfono y por cartas anónimas.[18]Además de las innumerables vejaciones diarias que decía vivir, se les reprochaban que se estaban comiendo la ración de los falangistas, que se merecían que fuesen dejados sin ración, puesto que México estaba enviando alimentos y municiones a los rojos.[19]

Las raciones oficiales consistían en 150 gramos de pan negro por día, 16 de aceite, dos veces por semana, 125 gramos de carne por persona, nominalmente, y sobre esto, decía Hallivis, “casi nunca la alcanzábamos”, por lo que eran insuficientes para alimentar a sus muchachos en pleno desarrollo.[20] Hallivis agrega que se vio obligado a recurrir al ‘mercado negro’, para no dejar a sus hijos morir de hambre, por lo que se le amenazó de nuevo con encarcelarle e imponerle fuertes multas si intentaba obtener algo fuera de las raciones de hambre a las que se les condenaba el “glorioso movimiento nacional”, como decía Hallivis, “pomposamente” lo seguían llamando.[21] Hallivis quería que constase que toda la gente pudiente recurría al llamado ‘mercado negro’, cuyos jefes ocultos eran las meras “jerarquías” de falange.[22]

“En virtud del caríz que estaban tomando las cosas”, Hallivis escribió con ironía que decidió “renuncias” a la desahogada situación de que se “disfrutaba allí”, y gestionar su regreso a América.[23] Hallivis aclaró que en México se tenía absoluto desconocimiento de las humillaciones que eran capaces de hacerles sufrir “esos dignos hijos de la Gestapo”, describiendo “horas interminables de antesala para ver al más ínfimo empleado de la policía a la que había de presentarse constantemente”, y cuando después de “perder varias horas” se le recibía, con una “sonrisa cínica”, se le contestaba: “bueno, llene este formulario solicitando autorización para salir de España, que tendremos que mandar a Madrid y cuando se nos conteste le avisaremos”.[24]

Hallivis se puso en contacto con la única compañía marítima que hacía el servicio para la Habana, y se le contestó que no se admitía el pago de los pasajes en pesetas, sino que tenía que cubrirlos en dólares.[25] Pues durante los primeros meses de la guerra civil se castigaba severísimamente, con fuertes multas y cárcel, a todo el que tuviese divisas extranjeras y no las canjease por “las mugrosas pesetas” de Franco. Hallivis se encontraba sin un dólar y estaba prohibida la compra-venta de cualquier moneda extranjera.[26] Hallivis agrega que en “la bolsa negra”, sí los había, pero en 1937 les habían hecho firmar declaraciones juradas de las divisas que cada cual poseía con objeto de incautarse de ellas y el exigir los pasajes en dólares era una especie de trampa que tendían para ver si caían en ella para luego destrozarlos económicamente e internarlos en los campos de concentración.[27] Pasaron meses y meses en innumerables gestiones, hasta que en 1941, cansado de tanto intento inútil, decidió, aconsejado por un amigo, entenderse con las meras ‘jerarquías’ de Falange en lo que dijo era el único idioma que eran capaces de comprender: el dinero.[28]

Tras haber agotado en estas gestiones todo el efectivo de que disponía, en agosto de 1942, hubo de vender en 100,000 pesetas (50.000 pesos mexicanos), unas propiedades cuyo valor excedía de 350,000 pesetas ($175,000), precisamente al cónsul de Cuba en Tenerife, con objeto de seguir pagándole al alto jefe falangista que le había prometido conseguir que su familia y él embarcasen a bordo de un barco petrolero español rumbo a Venezuela. Mientras tanto, entró en contacto con el director de la compañía petrolera dueña de los buques tanques que hacían el viaje a Venezuela.[29]

Éste le ofreció por escrito que podrían embarcar todos el 25 de octubre de 1942.[30]  Así, Hallivis malbarató como pudo en pocos días sus muebles y enseres, regalando gran parte de ellos a sus compañeros de trabajo de la Fábrica, más necesitados.[31] El 25 de octubre, con toda su familia, y sus equipajes a bordo del barco petrolero, un poco antes de zarpar, llegó la orden de la Comandancia de Marina, de que no podía embarcar ‘la familia Mexicana que debía salir en el ‘Gernona’. Para él y su familia, significó “el regreso en una casa pocos días antes confortable y entonces absolutamente vacía”.[32] “Para colmo”, al presentarse al día siguiente a la Fábrica para reanudar sus labores, se comunicó el presidente de la Sociedad que había recibido orden de quitarle el puesto para ser ocupado por un teniente de Artillería.[33]

Desorientado, se dirigió a los cónsules de Estados Unidos y de Gran Bretaña con los que mantenía muy buena amistad, comentando que dichos funcionarios tomaron el asunto en sus manos.[34] Aunque pareciera increíble, decía Hallivis, la misma historia se repitió el día cinco de enero de 1943, en el que el ‘Gerona’ estaba para emprender el viaje a Venezuela. Tenía una confirmación escrita de la Comandancia de Marina, informándole que el mismo Ministerio de Marina de Madrid, autorizaba su salida. Sin embargo, a última hora se los impidieron.[35]

Amigos de toda confianza le aseguraron que era obra de los alemanes, que mantenían en aquellas Islas un riguroso servicio de espionaje.[36] Entonces, los cónsules de Estados Unidos en Tenerife, (Mr Haven), y de Gran Bretaña, (Mr Mitchell Carse), se lo comunicaron a sus respectivas embajadas que trataron el asunto directamente con el Gobierno español, con tan buen éxito que el 13 de febrero de 1943, embarcaron todos a bordo del referido petrolero.[37] Para Hallivis, esta ‘odisea’ concluyó con la alegría de regresar a ‘esta tierra bendita’. Sin embargo, su esposa, su hija de doce años y su ama de llaves, que llevaba veinte años con ellos y era originaria del Estado de México, permanecieron en Caracas. A pesar de su regreso, Hallivis explica que la experiencia también resultó en su ruina física y económica.[38]

Después de su regreso a México, Hallivis mantenía resentimiento en contra de la España franquista. En virtud de que para cada mexicano que trabajaba en España de Franco, había seguramente mil españoles que disfrutaban de libertad y de bienestar en México, sin trabas ni dificultades, refiriéndose específicamente a los Franquistas y exfalangistas, y no a los refugiados, como indica su carta, sería una fuente de ingresos legítima e importante para el Erario Nacional, aplicar a los citados señores “sino la ley de talión”, por lo menos la de reciprocidad”.[39]

Conclusión

La historia de Luciano Hallivis revela un oscuro capítulo de persecución y opresión sufrido por los mexicanos residentes en las Islas Canarias durante el régimen franquista.  Luciano Hallivis, un mexicano acosado y perseguido en las Islas Canarias por las autoridades falangistas durante la Guerra Civil española, es un relato impactante de lucha por la libertad en medio de la opresión de una dictadura. A través de su testimonio, se revelan los horrores de la discriminación, el odio institucionalizado y las dificultades económicas impuestas a los mexicanos residentes en España por el régimen de Franco. El papel crucial de la censura postal en la divulgación de su caso ante el gobierno mexicano agrega un elemento inesperado a la historia, evidenciando cómo los detalles de su persecución fueron conocidos en su país de origen.

Este artículo también pone de manifiesto la complejidad de la situación internacional de la época, marcada por la Guerra Civil española y la posición política de México en apoyo a la República. El papel de la Censura Postal y las gestiones del gobierno mexicano ante la persecución de Hallivis subrayan la relevancia de los testimonios individuales en la denuncia de violaciones a los derechos humanos.  La conclusión de esta historia es agridulce, ya que, a pesar de los obstáculos y los intentos fallidos de escape, Luciano Hallivis logra finalmente regresar a México con su familia. Sin embargo, su experiencia deja una marca indeleble en su vida, tanto física como económicamente arruinado. La historia de Hallivis no solo es un testimonio personal, sino también una llamada de atención sobre la importancia de preservar la libertad y los derechos humanos en situaciones de conflicto político.

 

Archivo

AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1.

Anexos:

AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, f. 566.

AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, f. 566.

[1] La Falange Española fue un grupo de acción política pro-franquista que buscaba decididamente influenciar en el ámbito político y social mexicano. Sus actividades en México tuvieron mucha publicidad y una abierta difusión entre septiembre de 1937 y marzo de 1938, periodo en el que se llevaron a cabo una buena cantidad de manifestaciones pro-falangistas, siendo comunes los enfrentamientos verbales y con violencia (Ricardo Pérez Montfort, Hispanismo y Falange, los sueños imperiales de la derecha española, México: Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 137). El brazo exterior de la Falange fue creado en 1937 para organizar a los descendientes de españoles en México y reconectarlos con España. Bajo el liderazgo visible de Augusto Ibáñez Serrano, pero con control real desde la organización en España, iniciaron actividades de propaganda pro-Franco y establecieron lazos con grupos como la Unión de Veteranos de la Revolución y la Confederación de Clase Media. Según Friedrich E. Schüller, la Falange surgió de la fusión de la Asociación Española Anti Comunista y Anti Judía y la Liga de Hispanidad Iberoamericana (Schüller, Mexico between Hitler and Roosevelt, 1998, p. 77). Además, contaba con estrechos vínculos con la Iglesia Católica, lo que aumentaba su influencia en ambos países.

[2] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 565. Según podemos inferir del expediente, la Censura postal era literalmente una oficina que dependía de la Dirección General de Correos y Telégrafos México, D.F.; Para este momento, el director General de la Oficina de Censura firmaba como J.M. Tapia.

[3] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 566.

[4] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 565; El nombre al parecer fue escrito incorrectamente; es posible que inicialmente no supieran bien cómo escribir su nombre, siendo que posiblemente interceptaron cartas suyas escritas en cursiva y a mano. Sin embargo, podemos constatar que su nombre en efecto es Luciano Hallivis, ya que este envió su tarjeta, así como cinco hojas membretadas con su nombre impreso, al momento de describir los hechos, donde el nombre de Luciano Hallivis coincide. AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 565; AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 564.

[5] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 565

[6] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 566.

[7] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 568.

[8] En este mismo documento, se explica que se emitió un “Acuerdo” con el fin de que se archivase este asunto en el Expediente correspondiente a la Falange, razón misma por la que este asunto terminó archivada en el expediente de la Falange en México. AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 567.

[9] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 568.

[10] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 568.

[11] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 568.

[12] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 568; Lamentablemente no da una fecha ni exacta o aproximada de cuando esto ocurrió.

[13] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 572.

[14] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 568.

[15] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, fojas 568 y 569.

[16] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[17] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[18] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[19] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[20] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[21] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[22] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[23] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[24] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 569.

[25] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, fojas 569 y 570.

[26] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 570.

[27] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 570.

[28] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 570.

[29] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 570.

[30] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 570.

[31] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 570.

[32] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 570.

[33] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 570.

[34] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 571.

[35] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 571.

[36] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 571.

[37] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 571.

[38] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 571.

[39] AGN, DFS-IPS, Caja 142, Expediente 1, foja 572.