Alexis Herrera es candidato a doctor por el Departamento de Estudios de Guerra de King’s College London. Adscrito al Centro de Gran Estrategia de dicha institución, en estos momentos se desempeña como académico visitante en la División de Historia del Centro de Investigación y Docencia Económicas.
El 30 de noviembre de 2019 murió Sir Michael Howard (1922-2019) en la casa de campo que, desde hace algunos años, se había convertido en su residencia habitual en el condado de Berkshire, Inglaterra. Su desaparición anticipó una serie de ausencias notables que parece confirmar el ocaso definitivo del pensamiento del siglo pasado: vencido por el cáncer, el 14 de enero de 2020 falleció el filósofo conservador Sir Roger Scruton, y el 3 de febrero desapareció George Steiner, figura central de la crítica literaria europea y de los debates en torno a una idea de Occidente que poco a poco se disuelve ante nuestros ojos.
Acaso por ello, resulta pertinente volver nuestra mirada a la obra y el legado del hombre que, gracias al trabajo de una vida, le otorgó un lugar singular a la historia de la guerra dentro de las preocupaciones del quehacer académico del siglo XX. El propósito de estas líneas es realizar un recuento de la vida y la obra de Howard en dos partes: la primera de ellas —que el lector tiene en sus manos en estos momentos— busca dar cuenta de la trayectoria académica de Howard en los primeros años de la Posguerra, cuando asumió el reto de establecer un nuevo departamento en el King’s College para pensar en la guerra en términos históricos y estratégicos. En la segunda, buscaré reflexionar sobre la figura de Howard en tanto que hombre público y constructor de instituciones, con la idea de anticipar el lugar de su obra en el marco de un proceso de recepción que en México todavía no ha tenido lugar.
Una vida excepcional y una singular trayectoria académica
La suya fue, por lo demás, una vida excepcional: tras estudiar en Wellington College, en diciembre de 1942 el futuro capitán Michael Howard se incorporó a los Coldstream Guards, una de las unidades militares más prestigiosa del Ejército Británico.[1] Entre julio de 1943 y mayo de 1945 Howard tomó parte en la Campaña de Italia, la primera de las grandes ofensivas aliadas lanzadas en el continente europeo con el objeto de hacer posible su liberación. Reconocido por sus actos de valor extremo en combate, Howard fue condecorado con la Cruz Militar. Tras esta experiencia —de la que el propio Howard da cuenta en una obra de carácter autobiográfico— regresó a Oxford para concluir sus estudios en Christ College. Tal vez por entonces no imaginaba que en un futuro ostentaría la posición de Profesor Chichele de la Historia de la Guerra (1977), o la de Regio Profesor de Historia Moderna (1980), una distinción que requiere el acuerdo del Primer Ministro del Reino Unido.
Empero, Howard nunca ostentó el grado de doctor. Así, su trayectoria académica refiere a un momento histórico en el que el talento parecía pesar más que los criterios burocráticos que posteriormente habrían de lastrar el quehacer de las grandes universidades europeas. Sin embargo, la ausencia de ese grado académico no quiere decir que Howard no estuviese expuesto a la influencia de otras mentes insignes durante los años en los que construyó el andamiaje intelectual que sería usado posteriormente para pensar en la guerra como una institución social con una clara dimensión histórica. Detrás de esta aproximación se encuentra la influencia de figuras como Hugh Trevor-Roper y Cyril Falls.
Por lo demás, entre sus mentores también se encuentra Sir Basil Liddell Hart, figura a la que los teóricos de la guerra deben la tesis de que es posible usar un « enfoque indirecto » para alcanzar los propósitos políticos deseados y evitar los efectos más destructivos de una confrontación armada. Pero si Howard nunca dudó en reconocer la influencia del pensamiento de figuras como Liddell Hart, Raymond Aron, o André Beaufre en su propia obra, no es menos cierto que su trabajo también ha sido un referente central para la obra de figuras como Sir Lawrence Freedman, el estudioso que en las últimas décadas ha continuado el trabajo iniciado por Howard en King’s College London. La luminosa reminiscencia que Freedman publicó el 17 de diciembre de 2019 para recordar a su maestro sólo da cuenta de la solidez de los lazos intelectuales que unen a ambos estudiosos del arte de la estrategia.
De la historia militar a los estudios de guerra: una idea innovadora
Al término de la Gran Guerra de 1914 la Universidad de Oxford estableció una cátedra de historia militar que con el paso del tiempo se convertiría en el primer referente de los estudiosos interesados en esa materia. No obstante, fue en King’s College London donde la magnitud de la experiencia vivida por el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial fue considerada como el punto de partida para establecer un departamento específicamente dedicado al estudio de la guerra. La persona sobre la que recayó la encomienda de crear ese nuevo departamento en la década de 1950 fue Michael Howard.
Varias décadas más tarde el propio Howard evocaría la naturaleza de los debates que fueron sostenidos entonces para darle una identidad institucional y un sentido de propósito específico al nuevo departamento. Quienes impulsaron su creación no fueron militares, sino figuras provenientes del ámbito académico que habían participado en la conducción civil de los esfuerzos de guerra entre 1939 y 1945.
Sabían por experiencia personal —escribe Howard— que la conducción de la guerra era un asunto demasiado serio como para ser dejado a los generales y creían, en consecuencia, que su estudio era demasiado importante como para ser dejado a los historiadores militares. El alcance que tenían en mente era tan amplio que no estaban seguros de cómo definirlo.[2]
Esa amplitud fue considerada por Howard al integrar el nuevo departamento, en el cual tuvieron cabida investigadores provenientes de otras muchas disciplinas dentro del amplio campo de la teoría social y las humanidades. Por lo que toca al dilema de elegir un nombre para el mismo, es necesario apuntar que esa pequeña controversia fue resuelta de un modo típicamente británico. Howard resumió con humor el desenlace de esa discusión en los términos siguientes:
Toda vez que el objeto de estudio no estaba confinado a la historia el término “estudios” resultaba más vago y pertinente. Pero ¿cómo serían definidos esos “estudios”? Si no eran “militares”, ¿qué eran? “Estudios de Defensa” fue considerado demasiado escueto. “Estudios Estratégicos” muy estrecho. “Estudios de Conflicto” muy amplio. Desesperado, un docto profesor sugirió “Estudios Polemológicos”.[3] Finalmente, Sir Charles Webster —un franco y enorme hombre de Yorkshire— golpeó la mesa con un puño del tamaño de un mazo y demandó: “Es sobre la guerra, ¿no es cierto? Entonces, ¿qué hay de malo con ‘Estudios de Guerra’?”[4]
Como quiera que sea, lo cierto es que Howard comprendió desde un principio que el estudio de la historia de la guerra no podía ni debía limitarse a la dimensión operacional de los conflictos armados, dominada por el estudio de las batallas, el curso de las grandes ofensivas militares, los despliegues de unidades sobre el terreno y las preocupaciones logísticas más inmediatas. Antes bien, si los estudios de guerra habrían de tener algún valor en el futuro, ello sería así en la medida en que pudiesen dar cuenta de la relación entre el pensamiento estratégico, la experiencia de la guerra y el contexto social en el que ésta ha tenido lugar. Iluminar la naturaleza de una sociedad, explicar su presente a través de un estudio dedicado del pasado, situar ese pasado en un contexto cultural específico, son todas tareas que Howard consideró centrales para el quehacer del historiador. Llevar este debate a la arena pública a través de una historia popular no desprovista de rigor académico e intelectual fue una de las aspiraciones más importantes de su obra.
No es casualidad que Adam Roberts señale, en uno de los muchos obituarios publicados tras la muerte de Howard, que el tema central de la obra de este último residió en la aspiración de situar la historia militar y el pensamiento estratégico en el más amplio contexto social y político. Dicho esto, resulta necesario apuntar que la figura de Howard también refleja otra dimensión insospechada: la del polemista, el creador de instituciones y el divulgador de obras clave para la historia del pensamiento estratégico. Ese será el propósito de la segunda parte de esta semblanza.
* El martes 25 de febrero tendrá lugar un servicio religioso en la capilla de King’s College London para honrar la memoria de Sir Michael Howard.
[1] De hecho, la primera obra de consideración publicada por Howard fue dedicada a la historia de su regimiento: Howard, Michael, The Coldstream Guards, 1920-1946, Londres, Oxford University Press (1951), pp. xvii-593
[2] Howard, Michael, “Military history and the history of war” en Murray, Williamson; Sinnreich, Richard H., The Past as Prologue: The Importance of History to the Military Profession, Cambridge, Cambridge University Press (2006), p. 12. Nuestra traducción.
[3] La razón por la cual Howard parece considerar con ironía este termino es clara: se trata de una voz acuñada en Francia por el sociólogo Gaston Bouthoul.
[4] Op. cit. Howard, pp. 12-13