La geopolítica ha sido siempre así despiadada, antes, durante y después de la Guerra Fría. Pero en el siglo XXI llega a un grado de perversión inédita, al punto de que no es insólito que Putin ayude a Trump a llegar a la presidencia de Estados Unidos para que, luego de colaborar en una invasión a Siria, ambos mandatarios se enfrenten por el destino de un dictador caribeño como Nicolás Maduro. Ni la soberanía ni la democracia son principios absolutos para unos y otros: todos los intervencionismos debieran ser deplorables.
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