mayo 26, 2022

Perspectivas

Conquistas rentistas: el sustento y los cuerpos en la historia de la invasión europea de Mesoamérica, pt. 1



Aguilar González es doctorante en la Universidad de Warwick, IIH-UMSNH

Ilustración 1 Escultura con la imagen de Tlaltecuhtli reusada como piedra de molino durante el periodo colonial.

Las conquistas se llevaron a cabo con base en la capacidad de producir comida para saciar los cuerpos indígenas, europeos y africanos que participaron en este proceso.[i] Producir comidas y bebidas, además de trabajar en las empresas de conquista como cargadores, administradores, capitanes, guías, guerreros y molenderas fue un trabajo hecho por los indígenas mesoamericanos. La capacidad de producir, distribuir y aumentar el contenido nutricional de los granos, tubérculos y leguminosas desarrollado por siete milenios por parte de los indígenas mesoamericanos fue la base para alimentar el colonialismo y la expansión europea. Otro tanto tuvo como base el pan de trigo. El pan bizcocho, un pan o galleta que se cocía dos veces con el objetivo de retirarle la mayoría de la humedad, fue el alimento cotidiano de los exploradores y conquistadores europeos en el periodo de las conquistas de Mesoamérica, espacio comprendido por la zona tropical de México, así como Belice, Guatemala y parte de El Salvador, entre 1518 a 1573. Los pueblos mesoamericanos, por su parte, tenían también una variedad de panes de maíz, amaranto, frijol, mesquite y yuca, la raíz que en el Caribe se ha llamado cazabe. Si bien el maíz nixtamalizado, así como las leguminosas y tubérculos mencionados, producen un pan nutritivo y satisfactorio, los españoles buscaron siempre producir pan de trigo en su expansión territorial en América, debido a que el pan de trigo era el símbolo de su rito religioso más importante, así como la base cotidiana de su alimentación.[ii] El trabajo de los indígenas y de los africanos en Nueva España les permitieron producir trigo para saciar el hambre colonizadora basada en bizcocho y, también, en maíz.[iii]

Entre 1521 y 1523, Juan Garrido, un horro (persona que, habiendo sido esclava, alcanza la libertad) de origen africano que servía de soldado y caballerango de Hernán Cortés, cultivó en su huerta de Coyoacán dos matas de trigo a partir de las cuales, en menos de una década, los agricultores indígenas comisionados por los colonos españoles, produjeron trigo a través de los paisajes de las zonas templadas (más de 1,200 metros sobre el nivel del mar) de Nueva España.[iv] Con la imposición del cultivo del trigo, hecho posible por Garrido, los paisajes y esculturas mesoamericanos fueron reutilizados para cumplir con los objetivos del colonialismo como se puede ver la piedra del dios o diosa de la Tierra Tlaltecuhtli (Ilustración 1), la cual fue reutilizada como piedra de moler en un molino en la Cuenca central mexicana y como se hace evidente en el códice Memorial de Tepetlaoztoc.[v] Para entender la importancia de la alimentación en las conquistas y el uso político de los panes y los cuerpos indígenas, es necesario entender un documento que dio origen al colonialismo español.

En el inicio fue la deuda

El Papa Alejandro VI produjo en 1493 la bula “Inter Caetera…”[vi] en la cual, entre otras cosas, decretaba que los españoles tenían la “obligación” de convertir a los indígenas de América (los “neófitos”) en lo que entonces se creían eran islas “recién descubiertas” por Cristóbal Colón un año antes. Esta autorización le dio de un plumazo la supremacía moral y religiosa al cristianismo sobre cualquier otro sistema de creencias existente en América. En el mismo sentido, la aplicación de este decreto significó que los indígenas americanos tuvieran que pagar por los “servicios” que incluía el plan de cristianización, esto es, los costes de navegación, los riesgos a la vida en la guerra, la pérdida de una extremidad, la evangelización, los costes de guerra y la inversión en la empresa. Sin pedirlo, los indígenas se volvieron acreedores de una deuda que pagaban, con base en su antiguo sistema de organización para el pago de tributo, por medio del trabajo, metales, comidas, bebidas, textiles y tintes.[vii] Con esta imposición de una deuda por la ocupación de América, lo cual dio paso a instituciones como el repartimiento y la encomienda, los conquistadores españoles establecieron un sistema de reinversión de las ganancias que les daba el trabajo indígena con dos objetivos. Por un lado, buscaban expandir ilimitadamente su dominio territorial, y por el otro, con base en el trabajo indígena, extrajeron y obtuvieron oro, plata y joyas. Estos bienes los utilizaron tanto ellos como sus procuradores para comprar las voluntades de los cortesanos cercanos al rey y al Consejo de Indias para así granjearse títulos y mercedes, esto es concesiones por escrito que les confirmaran sus rentas y privilegios en América.[viii]

El caso del capitán Hernán Cortés muestra esto con claridad. En 1504 Cortés viajó, auspiciado por sus padres, a Santo Domingo, en donde el gobernador de la isla La Española (actual República Dominicana) le repartió indígenas por su participación en la guerra contra los nativos. En 1511 ya contaba con un pequeño capital que acrecentó cuando viajó a Cuba al mando de Diego de Velázquez a someter al insurrecto gobernante taíno Hatuey. En Santiago de Baracoa, Cuba, Cortés aumentó el número de taínos encomendados. Con el trabajo de los indígenas Cortés mantuvo una mina en Bani, así como un rancho de vacas, ovejas y yeguas. Cortés, que en 1504 había llegado a La Española auspiciado por sus padres, entre 1517 y 1518 contaba ya con un caudal de entre once a catorce mil castellanos de oro que le permitió armar trece embarcaciones, pagar sueldos adelantados a más de trescientas personas y comprar el pan cazabe o pan de yuca, así como bizcocho para alimentar a más de quinientos tripulantes que fueron a la conquista de Culhua, el Altiplano Central del actual México, las conquistas eran un gran negocio.[ix]

 

[i] El presente texto es un adelanto del capítulo ‘El sustento de las conquistas: Cuerpos y panes de Mesoamérica a la Nueva España de 1518 a 1573’ dentro del libro sobre los eventos conquistas e insurgencia en México (título por definir), editado por Marco Antonio Landavazo Arias (IIH-UMSNH). Deseo agradecer a Pía Herrera y Nicolás Gómez por la atenta lectura y comentarios a este texto.

[ii] Campbell, Jodi, At the First Table. Food and Social Identity in Early Modern Spain, University of Nebraska Press, Lincoln y London, 2017,

[iii] Earle, Rebecca, The Body of the Conquistador: Food, Race, and the Colonial Experience in Spanish America, 1492-1700, Cambridge, Cambridge University Press, 2012.

[iv] Hernández, Francisco, Obras completas de Francisco Hernández, ocho tomos, Carlos Zolla (editor), México, Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015; Archivo General de Indias, Sevilla. México, 204, número 203, 9. ff. Información a pedimento de Juan Garrido de color negro; Suárez Argüello, Clara Elena, La política cerealera y la economía novohispana. El caso del trigo, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México, 1985, 23.

[v] Valle, Perla, Rossana Cervantes, Alfredo Ramírez Celestino y Carmen Herrera, “Códice Tepetlaoztoc”, Tlachia, UNAM.

[vi] de Tobar; 1954, I, pp. 9-11

[vii] Legnani, Nicole D., The Business of Conquest: Empire, Love and Law in the Atlantic World, University of Notre Dame, Indiana, 2020, 13-29; 54-56

[viii] Warren, Benedict J., The Conquest of Michoacan: The Spanish Domination of the Tarascan Kingdom in Western Mexico, University of Oklahoma Press, 1985, 68-69; Cañizáres-Esguerra, Jorge, “La conquista como batalla de contratos”, en Espaços colonais: domínios, poderes e representaçôes, editado por C. Alveal and T. Días, Alameda, São Paulo,2019, 265-84.

[ix] Rojas Rabiela, Teresa, Ignacio Gutiérrez Ruvalcaba y Roberto Santos Pérez, “Molinos hidráulicos de trigo en México: la Mixteca Alta, Oaxaca”, en Sanchis-Ibor, C., G. Palau-Salvador, I. Mangue Alférez, L. P. Martínez-Sanmartín (eds.), Irrigation, Society, Landscape. Tribute to Thomas F. Glick, Valencia, Universidad Politécnica de Valencia, 2014, 23.